Carthago

Casi una fábula, una historia original y de grande levedad, suspendida en el tiempo, intensa y reveladora al mismo tiempo, Ahmed un hombre que ha perdido todo, al que solo le queda un bebé que lo acompaña, no sabemos si es de su familia o un sobreviviente como él.
Escapado, exilado de un país en guerra, deambula en una ciudad que le es completamente ajena, se mueve desorientado y mudo, hasta que encuentra un hombre gentil, que no habla su misma lengua, pero se dirige a él con un gran afecto y disponibilidad.

Con la simpleza del estupor, un encuentro, una afinidad que parece compensar el dolor de la pérdida y revelar al mismo tiempo aquello que es inútil de lo esencial.

Un lenguaje simple, que refleja la profunda simplicidad de los protagonistas.

Una humanidad cubierta de un espectro trágico-cómico, que caracteriza la condición humana: El misterio del hombre y su raíz psicológica y social. En la obra, los dos protagonistas si abren cada uno encontrando un alivio y conforto reciproco: uno de ellos habla permanentemente, el otro lo escucha casi mudo. En ese mundo, el hombre que ha perdido todo (familia, país, hasta su propia lengua) revela, a través el encuentro con otro, una fuerza interior enorme capaz de reconstruir un sentido de esperanza.

En la puesta en escena, los dos personajes tienen un vínculo de gestos más que de palabras, una conversación hecha con miradas: dos soledades que se encuentran en el banco de un parque. Este constituye el único elemento estable en un mundo en crisis, de incomprensible movimiento de guerras humanitarias, persecución, racismo, burocracia, pobreza. Un milagro de amistad entre mundos completamente distintos y lejanos. Un encuentro sutil y profundo, donde la amistad consiste en aceptar todo del otro, hasta la locura.

Donde los personajes tratan de construir una esperanza que no llega como en Beckett, o inventarse una máscara oculta para sobrevivir en un mundo hostil. Uno es un actor escondido, observador e imitador de un grande del teatro, Narciso Ibáñez Menta, fascinado por sus escenas de terror, el otro empeñado en dar vida a alguien inexistente. Así como en Pirandello las máscaras superan a las personas y mediante ellas parecen perder toda consistencia y valor se transforman en seres abstractos, en fantasmas en personajes de ficción. Fantasmas que quieren romper las barreras que la máscara o la apariencia social que impone la vida. El juego de la máscara se impone siempre: la nueva existencia termina por ser una nueva máscara.

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